Os escribo YA desde el Congo, tantas
ganas que tenía de que llegara este día, que si me paro a pensar que por fin
estoy aquí, me tendría que pellizcar para creérmelo, aún no soy del todo muy
consciente.
El viaje… algunos retrasos por el
mal tiempo en Madrid, pero todo fue como la seda. Muchas horas de vuelo, de
esperar en los aeropuertos, dolor de espalda por el peso de la mochila, pero
llena de ilusión y emoción viendo como cada vez estaba más cerca de mi destino.
La llegada al aeropuerto de Lubumbashi, podría decir que algo caótica, aunque sin ningún problema. Como primera anécdota os contaré que al bajarnos del avión había mucha gente en la pista recibiendo a los que llegábamos (civiles, policía, militares…). Yo estaba buscando a Jacky que me avisara de que ella estaría allí, cuando veo a un hombre que me saluda a lo lejos, recordé todos esos consejos que me dieron mi familia y amigos; no hables con desconocidos, no te muevas con nadie solo con Jacky, no lleves nada que llame la atención con tu color de piel suficiente… asi que, decidida a hacerles caso, ignoro el saludo sin ni siquiera comentarle nada a Josefina. Entramos en la zona de control de pasaporte, cuando de repente me tocan por detrás y escucho: Adriana bonjour!, me giro, y era el hombre de antes! Le contesto educadamente y me vuelvo a girar, con todo el desconcierto ni me doy cuenta de que me había llamado por mi nombre, cuando lo pienso, me digo a mí misma: imposible, escucharía mal. El hombre insiste en hablar conmigo y aviso a mi compi que habla bien el francés, quería que nos fuéramos con él! (vuelvo a recordar todos esos consejos…) asi que le digo que no, pero él insiste y nos empieza a hablar de una monja, Josefina le pregunta: qué monja? Pero no nos dice el nombre, asi que me dice mi compañera: aquí hay muchas monjas misioneras, a saber! Cuando lo veo llamando por teléfono y me lo pasa, era Emilia, Sierva de San Jose, y me dice que estemos tranquilas, que ella y Jacky nos están esperando en la puerta del aeropuerto. Madre mía! Menuda vergüenza, ese hombre nos viniera a buscar de parte de las Siervas y nosotras dándole problemas… menos mal que fue paciente, y finalmente cogió nuestros pasaportes, nos sacó a la puerta y se encargó de todos los trámites junto con la búsqueda de nuestras maletas, para evitar que nos las abrieran y registraran por ser extranjeras. Cuando todo acabó, no sabíamos cómo disculparnos por nuestra desconfianza, ni parar de darle las gracias por su ayuda.
Nos subimos al
jeep que nos estaba esperando y empezamos camino rumbo a Kashobwe, donde sería nuestro
hogar las próximas semanas. Miro a través de la ventanilla, y observo las
miradas curiosas de los congoleños mirando a dos “musungus”, como ellos nos llaman,
(significa “blancas” en swahili). A mi alrededor todo es tierra roja, casi no
hay aceras, y las carreteras están regular, sin embargo todo fluye con
normalidad, no hay mucho tráfico en ese momento. Mis ojos miran muy curiosos por ver cada rincón
por donde pasemos de Lubumbashi: las señoras que llevan cestos muy grandes con
fruta y otras cosas, el niño que vende chicles, la madre que lleva a su bebé en
la espalda atado con una tela… casi no hay edificios, lo que hay son casas pequeñas
o chabolas.
Llegamos a
nuestra nueva casa, donde nos esperan con unos carteles de bienvenida en
distintos idiomas. Las Siervas nos acogen con todo su cariño y una gran sonrisa
en sus caras.
Llevo aquí tres días, y hemos asistido a muchos acontecimientos: celebración religiosa, boda congoleña y recibimiento nuevo Obispo en la catedral de Lubumbashi. Todas las celebraciones han sido preciosas, donde puedes sentir la alegría que te transmiten con cada canto en swahili y cada baile. Me he emocionado muchísimo pudiendo vivir tanto en tan poco tiempo, la acogida que hemos recibido de todos, en seguida nos miraban y nos hacían gestos para enseñarnos sus movimientos con las manos en los cantos, o como el recién casado pide orgulloso una foto con nosotras porque hemos asistido a su boda, cuando las agradecidas y sorprendidas somos nosotras, o cómo dar la paz en la misa, ya que aquí hay dos formas de hacerlo: una, estrechando la mano derecha de forma normal pero con la izquierda te tocas la zona del codo pero por el interior del brazo; y la segunda, estrechas la mano derecha de forma habitual, pero en seguida cierras la mano agarrando la de la otra persona y a continuación la vuelves a estirar y estrechar como al principio, para terminar como empezaste.
(Las niñas bailaron durante la boda, y se descalzaron para estar más cómodas)
Para aquellos que estais tan preocupados por mi alimentaciòn, tranquilos, como sopa, arroz, pescado frito, pollo... y de la comida tìpica he probado la hoja de manioca, parecìan espinacas, pero es una verdura que tiene un sabor muy fuerte, y el bukari, es una bola blanca hecha de harina de maiz, no sabe a nada, lo usan como nosotros usamos el pan y se come con las manos.
Solo puedo decir;
que estos primeros días han superado con creces todas mis expectativas, y que
no paro de aprender sobre una cultura tan diferente a la nuestra.
Como veis ya me empiezo a vestir como una congoleña, lo próximo serán las trenzas.
PD: perdonar si
hay algún fallo al escribir, pero el teclado del ordenador es francés y estamos
empezando a conocernos.
Adriana
Somos las tias, estamos contentas de que estes feliz, vimos las fotos y estamos muy orgullosas, Te queremos mucho
ResponderEliminarHola Adriana! Enhorabuena por todo el trabajo que estás haciendo, por compartir tus experiencias con nosotros y transmitir tanta ilusión.
ResponderEliminarTe has mimetizado en dos días...impresionante... ahora sólo te faltan las trenzas ;-).
Héctor (tu alumno revoltoso) y familia
Se te ve muy ilusionada Adriana. Mucha suerte :)
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